28 septiembre 2008

Lo que rompe con la cotidianidad.


Pocos eventos en la vida llegan y rompen con la cotidianidad, al menos en mi caso el romper con lo cotidiano sólo se ha dado a partir de los grandes eventos, de los momentos “colosales” de la vida, pero parece que no ocurren muy seguido de repente entra uno en ese período que parece darse cada 5 o 6 años, en el que al volver la vista atrás la vida cambió y dejo de ser todo lo que era, en muchos sentidos.

Y de ese rompimiento con lo cotidiano disfruto al recordar los encuentros inesperados, la vida que gira en otra dirección después de un solo momento, cuánto cambia la perspectiva de la vida después de una mirada, después de compartir ideas, palabras, historias que se cuentan en un par de horas porque no habrá más tiempo… y cuánto significa volver en los recuerdos para poder respirar en un momento de asfixia cotidiana.

Porque si, lo cotidiano me mata… cada que llega este período de cambios, de encuentros y desencuentros lo disfruto hasta perder un poco la razón, siento el placer de cada encuentro y el desazón de cada desencuentro, la agonía de la pérdida y toda su violencia, y la felicidad de todo lo ganado.

De las pérdidas y las ausencias, quizá solo se puede disfrutar el sobreponerse el encontrarse con la capacidad desconocida de poder más que el dolor, con la asombrosa capacidad de sobrevivir; sin embargo, uno tiene todo el permiso de llorar, de entrar en profunda melancolía, es entonces que uno vuelve a ser conciente de que se está vivo, que la vida no es sólo respirar sino también sentir, que sin el dolor seguramente olvidaríamos que somos incompletos, que hemos de seguir buscando, creando, añorando, vinculando, amando y odiando para continuar buscando el sentida de la vida y generar nuestros propios significados.

Pero sin lugar a dudas, los impactos de vida son siempre los más excitantes, el amor a primera vista, el sabor del primer beso, el intercambio de miradas con el desconocido que en otro momento está viviendo la vida contigo, y el mejor de todos esos momentos: traer la vida a la vida… ese milagro que ocurre demasiado seguido y en tan diversas circunstancias que olvidamos ponerle suficiente atención. Generar por circunstancia biológica una vida y darle un nombre, una identidad y un significado por circunstancia emocional, es de los impactos de vida que seguramente están hechos para romper más que con lo cotidiano, para partir la vida en un absoluto antes y después.

Porque la oportunidad de traer vida a la vida es en gran medida un privilegio, es un milagro que uno toma en las manos para convertirlo en la verdadera representación de un ser humano libre y feliz, y eso… es más que una oportunidad, es más que una responsabilidad, es decidir por cuenta propia cambiar el rumbo de la vida para proveer, dar, entregar, brindar, proporcionar, hacer crecer, enseñar, compartir, en fin para amar incondicionalmente a ese nuevo ser.

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